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Amir Thaleb Life.com |
Logré asimilar muy rápido la cultura mexicana. Adoro su
música, especialmente los mariachis y la música ranchera, y mi predilecto es
Vicente Fernández padre. Poseo gran colección de música mexicana, se me había
pegado el acento muy fuerte y me acostumbré a comer las comidas picantísimas
condimentadas con chile, chile en el desayuno, chile en el almuerzo, chile en
la cena, chile en
todas partes. Obvio que al cabo de un tiempo, terminé en el gastroenterólogo. Yo
siempre mantengo la costumbre de ponerme la camiseta del país que visito, me
parece una falta de respeto total ir a un país y criticar. La cuestión es
simple, si no te gusta, te vas.
Hice grandes amistades, de las cuales muchas conservo aún.
Es muy emocionante cada vez que me reencuentro con algún amigo mexicano, sentarme a beber tequila largas
horas y cotorrear, como ellos dicen, libremente.
A Argentina solía venir de visita cada ocho o nueve
meses, y en un principio me pasaba algo curioso, sentía esta tierra tan mía, que
cuando estaba en Buenos Aires extrañaba México. Pude aprovechar muy bien mi
contrato allá, ya que al año compré mi primer departamento en Buenos
Aires, aunque seguía viviendo en México. |
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México lindo y querido!!! |
Mi familia no estaba contenta en que me quedara tanto
tiempo, sobre todo mi madre, que no estaba acostumbrada a que sus pollitos se le
fueran, pero yo estaba feliz.
En mis ratos de ocio necesitaba hacer algo
diferente a lo que hacía y allí fue donde me hice adicto al cine. Amo ir al
cine, ese ritual de llegar, sentir el olor típico de los cines, comprar
palomitas y olvidarte del mundo mirando películas, que no es lo mismo que alquilar
un video en tu casa. Lamento hoy tener tan poco tiempo para poder satisfacer
esta
otra pasión, el cine.
Un día, cenando en el restaurante, veo que entra Luis
Miguel, un habitué del lugar y que siempre que está en México, va a comer comida
árabe a Adonis, su otra debilidad. Lo veía allí sentado, solo,
introvertido y me enternecía tanta soledad, rara vez venía con alguien.
Siempre estaba sentado
allí solo, rodeado de sus guardaespaldas, con una mirada en la lejanía. Jamás me
acerqué, respeté siempre su espacio, silencio y soledad y no me gusta ser
cholulo. A una compañera mía de aquel entonces, le tocó ir a bailar a su casa,
según parecía era una fiesta, pero cuando fue se encontró sólo con Luismi, bailó
toda la noche para él, y no sé que otras cosas más, ya que ella nunca me contó,
pero regresó a las ocho de la mañana y sin su vestido... Ja, ja, ja, ja... Me volvió loco
poniendo música de Luismi todos los santos días. |
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